Reflexiones

No siempre hay que estar

Por qué decidí dejar de explicarme en las redes

Lectura: 4–6 min Coherencia · Decisión · Exposición

Me apetece explicar por qué me he ido alejando de las redes sociales.

No desde el enfado.

Desde la honestidad.

Mi desamor con las redes tiene que ver con el poco retorno real que siempre he tenido. No todas funcionan igual. LinkedIn es la que más pena me da tener abandonada. Instagram me parece una red demasiado centrada en el postureo. TikTok, puro divertimento.

Y entonces aparece la pregunta incómoda:

¿qué me aportan realmente las redes?

El coste lo tengo claro.

Horas de creación constante.

Exposición permanente.

Desgaste mental.

Sobre todo cuando no son —ni directa ni indirectamente— tu sustento de vida.

El beneficio también existe. Me permiten hacer algo que me encanta: escribir. Compartir reflexiones sin dogmas ni doctrinas. Poner palabras a situaciones reales. Aportar, si acaso, un pequeño granito de arena.

Y entonces aparece la voz interna:
“Jordi, a veces eres un poco plasta.”
Ese pepito grillo que cuestiona, frena y boicotea.

También aparece otra frase, recurrente:

“¿Te pasa algo?”

No preguntan por proyectos ni por decisiones. Preguntan si hay algún problema, alguna dolencia, algo que explique tu silencio.

Porque si no estás, no existes.

El topicazo de siempre. El mismo que yo también he comprado muchas veces.

Un cantante deja de salir en la tele y parece que su carrera se acaba. Luego descubres que llena estadios.

No es mi caso. No lleno estadios.

Pero en los últimos dos años he capitalizado un proyecto estratégico de una clínica, hemos abierto una tienda, una farmacia veterinaria, hemos organizado un simposio de dermatología, he participado en un módulo de postgrado, he obtenido el Certificado de Profesionalidad en Docencia, además de clases, charlas y trabajo clínico.

Y, aun así, aquí estoy.

Escribiendo sin saber muy bien para quién.

Sin saber si lo publicaré.

Sin pedir permiso.

Porque esta vez la decisión es mía.

Aparecer cuando me sale.

Callar cuando lo necesito.

Escribir sin justificarme.

Y quizá esa sea la moraleja.

Escribo cuando quiero.

Como quiero.

Y porque quiero.

Sin exigencias.

Sin complejos.

Sin preocuparme por si vale la pena y si hay alguien con ganas de leerme.

Escribo porque me hace feliz.

Y ahora te dejo algunas preguntas

  • ¿Cuánto de lo que haces hoy lo eliges y cuánto lo sostienes por presión externa?
  • ¿Qué precio pagas por estar siempre disponible?
  • ¿Quién serías si dejaras de explicarte constantemente?

Quizá no se trata de desaparecer.
Quizá se trata de elegir mejor cuándo estar.

Comentarios

Si te apetece, deja una idea, una pregunta o un desacuerdo bien planteado. También puedes reaccionar.